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Manuel Felipe Rugeles
Todo lo que es mi vida estį en tu vida
Tu alegrķa define mi alegrķa.
Tu ternura construye mi ternura.
Elevįndose a ti mi poesķa,
consagrada a tu amor, se trasfiguran.
Tu mirada, perfecta como el dķa,
”qué suavidad al corazón procura!
Sobre él vuelca siempre la armonķa
interior que le anima en su dulzura.
Cuando te digo mķa es porque siento
rondar cerca de mķ tu pensamiento,
imagen de la estrella y de la rosa.
Todo lo que es mi vida estį en tu vida,
como el alba en el lirio sumergida,
como el oro en la ardiente mariposa.
Ella hasta en la razón y el desatino
dueńa de mi dolor y mi alegrķa.
En el agua diamante y en el vino
uva y fresa maduras bajo el dķa.
Ella en la ausencia, flor de lejanķa.
En el recuerdo, voz de melodķa
y en la nostalgia, fuego de esperanza.
Ella en la soledad tan sólo mķa.
Desnudo amor que entre mi sueńo avanza
como la forma de la Poesķa.
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Frederico Garcia Lorca
CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE
Yo no quiero mįs que una mano;
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero mįs que una mano
aunque pase mil noches sin lecho.
Serķa un pįlido lirio de cal.
Serķa una paloma amarrada a mi corazón.
Serķa el guardiįn que en la noche de mi trįnsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.
Yo no quiero mįs que esa mano
para los diarios aceites y la sįbana blanca de mi agonķa.
Yo no quiero mįs que esa mano
para tener un ala de mi muerte.
Lo demįs todo pasa.
Rubor sin nombre ya. Astro perpetuo.
Lo demįs es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.
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Jorge Luis Borges
Antes yo te buscaba en tus confines
que lindan con la tarde y la llanura
y en la verja que guarda una frescura
antigua de cedrones y jazmines.
En la memoria de Palermo estabas,
en su mitologķa de un pasado
de baraja y puńal y en el dorado
bronce de las inśtiles aldabas,
con su mano y sortija. Te sentķa
en los patios del Sur y en la creciente
sombra que desdibuja lentamente
su larga recta, al declinar el dķa.
Ahora estįs en mķ. Eres mi vaga
suerte, esas cosas que la muerte apaga.
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Cesar Vallejo
Amor prohibido
Subes centelleante de labios y ojeras!
Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.
Amor, en el mundo tś eres un pecado!
Mi beso es la punta chispeante del cuerno
del diablo; mi beso que es credo sagrado!
Espķritu es el horópter que pasa
puro en su blasfemia!
El corazón que engendra al cerebro
que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
Platónico estambre
que existe en el cįliz donde tu alma existe!
Algśn penitente silencio siniestro?
Tś acaso lo escuchas? Inocente flor!
...Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
el Amor es un Cristo pecador!
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Juan Ramon Jimenez
Es mi alma
No sois vosotras, ricas aguas
de oro, las que corréis
por el helecho, es mi alma.
No sois vosotras, frescas alas
libres, las que os abrķs
al iris verde, es mi alma.
No sois vosotras, dulces ramas
rojas las que os mecéis
al viento lento, es mi alma.
No sois vosotras, claras, altas
voces las que os pasįis
del sol que cae, es mi alma.
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Juan Ramon Jimenez
Las ilusiones
No era nadie. El agua.
Nadie?
Que no es nadie el agua?
No
hay nadie. Es la flor.
No hay nadie?
Pero no es nadie la flor?
No es nadie. Era el viento.
Nadie?
No es el viento nadie?
No
hay nadie. Ilusión.
No hay nadie?
Y no es nadie la ilusión?
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Juan Ramon Jimenez
El impulso
Subes de ti misma,
como un surtidor
de una fuente.
No
se sabe hasta donde
llegarį tu amor,
porque no se sabe
dónde estį el venero
de tu corazón.
(Eres ignorada,
eres infinita,
como el mundo y yo)
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Rafael Guillen
Ser un Instante
La certidumbre llega como un deslumbramiento.
Se existe por instantes de luz. O de tiniebla.
Lo demįs son las horas, los telones de fondo,
el gris para el contraste. Lo demįs es la nada.
Es un momento. El cuerpo se deshabita y deja
de ser la transparencia con que se ve a sķ mismo.
Se incorpora a las cosas; se hace materia ajena
y podemos sentirlo desde un lugar remoto.
Yo recuerdo un instante en que Parķs caķa
sobre mķ con el peso de una estrella apagada.
Recuerdo aquella lluvia total. Parķs es triste.
Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo.
Vivir es detenerse con el pie levantado,
es perder un peldańo, es ganar un segundo.
Cuando se mira un rķo pasar, no se ve el agua.
Vivir es ver el agua; detener su relieve.
Mi vagar se acodaba sobre el pretil de hierro
del Pont des Arts. De sśbito, centelleó la vida.
Sobre el Sena llovķa y el agua, acribillada,
se hizo piedra, ceniza de endurecida lava.
Nada altera su orden. Es tan sólo un latido
del ser que, por sorpresa, llega a ser perceptible.
Y se siente por dentro lo compacto del hierro,
y somos la mirada misma que nos traspasa.
La lucidez elige momentos imprevistos.
Como cuando en la sala de proyección, un fallo
interrumpe la acción, deja una foto fija.
Al pronto el ritmo sigue. Y sigue el hundimiento.
La pesada silueta de Louvre no se cuadraba
en el espacio. Estaba instalada en alguna
parte de mķ, era un trozo de esa total conciencia
que hendķa con su rayo la certeza absoluta.
Ser un instante. Verse inmerso entre otras cosas
que son. Después no hay nada. Después el universo
prosigue en el vacķo su muerte giratoria.
Pero por un mometo se detiene, viviendo.
Recuerdo que llovķa sobre Parķs. Los įrboles
también eran eternos a la orilla. Al segundo,
las aguas reanudaron su curso y yo, de nuevo,
las miraba sin verlas, perderse bajo el puente.
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Gabriela Mistral
Decįlogo del Artista
I. Amarįs la belleza, que es la sombra de Dios sobre
el Universo.
II. No hay arte ateo. Aunque no ames al Creador,
lo afirmarįs creando a su semejanza.
III. No darįs la belleza como cebo para los sentidos,
sino como el natural alimento del alma.
IV. No te serį pretexto para la lujuria ni para
la vanidad, sino ejercicio divino.
V. No la buscarįs en las ferias ni llevarįs
tu obra a ellas, porque la Belleza es virgen,
y la que estį en las ferias no es Ella.
VI. Subirį de tu corazón a tu canto y te habrį
purificado a ti el primero.
VII.Tu belleza se llamarį también misericordia,
y consolarį el corazón de los hombres.
VII.Darįs tu obra como se da un hijo: restando
sangre de tu corazón.
IX. No te serį la belleza opio adormecedor,
sino vino generoso que te encienda para la acción,
pues si dejas de ser hombre o mujer,
dejarįs de ser artista.
X. De toda creación saldrįs con vergüenza,
porque fué inferior a tu sueńo, e inferior
a ese sueno maravilloso de Dios,
que es la Naturaleza.
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Pablo Neruda
La canción desesperada
Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El rķo anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frķas corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de nįufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pįjaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanķa.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardķa como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Te ceńiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve mįs allį del deseo y del acto.
Oh carne, carne mķa, mujer que amé y perdķ,
a ti en esta hora hśmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allķ, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tś fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tś fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el mįs terrible y corto,
el mįs revuelto y ebrio, el mįs tirante y įvido.
Cementerio de besos, aśn hay fuego en tus tumbas,
aśn los racimos arden picoteados de pįjaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh, sentina de escombros, en ti todo caķa,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!
De tumbo en tumbo aśn llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.
Aśn floreciste en cantos, aśn rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pįlido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y frķa hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar cińe la costa.
Surgen frķas estrellas, emigran negros pįjaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah mįs allį de todo. Ah mįs allį de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
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